A quién no le ha pasado buscar un producto en internet y pasarse semanas con un bombardeo de publicidad relacionada con él. Lejos de sorprender este hecho, más bien cansa. Probablemente aquella búsqueda que hiciste ni siquiera tenía mayor interés para tí, pero los banners publicitarios se empeñan en que te compres un producto relacionado con aquello que, en mala hora, te dió por buscar.

  1. El marketing online
  2. Sincronizando nuestra privacidad
  3. ¿Importa mi privacidad?
  4. Privacidad vendida

Para quién pueda andar un poco despistado, esta publicidad selectiva la consiguen las empresas publicitarias gracias a las cookies o a nuestros hábitos de navegación. Nuestros PCs, tablets y smartphones son sus recopiladores de datos que, mediante el uso de la conexión a internet que tienen estos dispositivos, traspasan a una base de datos que nos tiene estadísticamente controlados.

El marketing online

Ha quedado atrás aquella época donde una persona llamaba a nuestro teléfono para hacernos una encuesta, ahora son nuestros dispositivos con acceso a la red quienes recopilan esos datos de una manera altamente fiable. Y es que si alguien te llama para preguntarte tus hábitos puedes engañarle. Lo que no podemos negar es que hemos hecho una compra online con una aplicación que ha registrado múltiples datos, unos consentidos y otros sin ser conscientes. Tantos datos que pueden tener hasta un perfil psicológico de nosotros.

psicologo

El marketing ha avanzado mucho y las grandes empresas saben que todos los datos son importantes: el tiempo que estamos haciendo shopping, las veces que visitamos una web antes de comprar algo, el tiempo que pasamos comparando con otras webs de temática similar, la cantidad de productos que compramos online…alguien o algo nos observa permanentemente, en definitiva, observa nuestra privacidad.

Sincronizando nuestra privacidad

Las redes sociales ayudan a que se recopilen datos que de otra forma no sería posible a día de hoy. Quizás publicar en redes sociales fotos en los lugares más caros del mundo ayude a las agencias de viaje a publicitarnos nuevos destinos. O quizás publicar mediante alguna aplicación de nuestro smartphone la distancia que recorremos cuando salimos a hacer running ayude a una tienda de deportes a indicarnos si debemos comprarnos unas zapatillas de media o larga distancia. También puede ser que después de publicar nuestra ubicación en un restaurante nos lluevan propuestas similares al establecimiento que hemos visitado.

Estar comunicados con el mundo, ser socialmente activos en la red, informarnos sobre un producto o servicio, hacer compras en tiendas online y otras miles de cosas que podemos hacer en internet son acciones que nos hacen vender nuestra privacidad.

Pero no debemos escandalizarnos, estamos aceptando ceder nuestra privacidad a cambio de tener acceso a la multitud de datos que nos brinda la red. Y es que sin las fotos de nuestros familiares y conocidos, sin la información instantánea de cualquier dato o noticia (ya sea pública o personal) y sin poder resolver dudas en un tiempo récord (porque otros ya la han tenido y han publicado su resolución) seguro que internet no tendría el atractivo que hoy tiene. Y para ello, nosotros mismos somos una pequeña hormiga que colabora entregando sus datos para rellenar ese gran hormiguero que entre todos contruimos y a la vez consultamos.

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¿Importa mi privacidad?

Probablemente no nos importa decir públicamente si por las mañanas preferimos vestirnos antes de desayunar o hacerlo al revés, pero saber que alguien nos observa cada día para obtener ese dato seguro que nos incomoda. Pues eso mismo ocurre con nuestra privacidad, no es necesario tener algo que ocultar para que nuestra privacidad sea reservada. Pero en internet no es así, casi todo lo que hacemos queda registrado y en muchos casos posteriormente es utilizado con fines comerciales.

Pero tampoco debemos preocuparnos por nuestro anonimato, a internet no le interesan nuestros datos personales. Para esos recopiladores de datos solo somos un número, una cifra más entre millones. Una cifra con unos hábitos y poco más. Nuestra dirección, nuestro nombre o nuestro número de teléfono no son importantes pero nuestro tiempo empleado en cada acción y qué hacemos es su razón de existir.




 

Las empresas cada vez quieren saber más cosas sobre nosotros. Y es que con la gran cantidad de información que obtienen pueden orientar sus productos a las preferencias de sus clientes. Que los usuarios con sus consultas puedan cambiar la tendencia del mercado puede ser un gran avance para todos. Imaginemos que una marca de coches saca al mercado un vehículo orientado al público juvenil y el 80% de los internautas se configuran un presupuesto en color verde. Quizás no sea un color habitual para un vehículo, pero si la marca obtiene esos datos puede decidir publicitar ese vehículo en color verde dado que parece tener bastante aceptación. Sería un caso donde la navegación «inocente» podría cambiar una tendencia de mercado.

Las redes sociales también colaboran a que podamos publicitar nuestra privacidad sacando a la luz más información sobre nuestros ideales. No es extraño ver que alguno de nuestros conocidos ponga una imagen con sus preferencias politicas, entre en un debate defendiendo a capa y espada su opinión o cree contenido web de cualquier ideologia o temática. Lejos de querer crear polémica y no queriendo juzgar a quien quiere hacer pública su privacidad (ni a quien se niega), debemos ser conscientes que toda esa información acaba siendo utilizada antes o después con fines comerciales.

candado

Privacidad vendida…

Está claro que nuestra privacidad ya es pública. Es un hecho que aceptamos venderla a costa de tener acceso a la era digital, acceso a la información casi sin límites que ofrece internet y formar parte de ello. Y no hacerlo supondría un atraso, quedarse en otra época donde todo ocurría de otra forma, vivir en un tiempo pasado mientras todo avanza. Quizás se vive mejor así o quizás no, pero cada uno debe elegir qué hacer con su privacidad.